Conócete a ti mismo y resistirás la adversidad

Conócete a ti mismo y resistirás la adversidad
Psic. José Manuel Sánchez Durón 
Depsic Psicología y Alto Rendimiento S.C.

En los más de 15 años que tengo desempeñándome como psicólogo deportivo, he podido constatar que hay ciertos aspectos que resultan fundamentales para el éxito deportivo ya sea de deportistas infantiles o de alto rendimiento. Uno de estos aspectos lo es sin duda la capacidad que el deportista desarrolle para hacer frente a la adversidad. Algunos autores utilizan el término de “resiliencia” para referirse a dicha capacidad. Por ejemplo,  Paulus  y su equipo de colaboradores  definieron la resiliencia como la habilidad de adaptarnos positivamente al estrés, trauma y la adversidad, situaciones que todos sabemos que ocurren en el deporte.

         Ahora bien, lo que no todos sabemos es cómo explicar el hecho de que algunas personas muestran una gran capacidad de afrontamiento a la adversidad mientras que algunas otras se derrotan con relativa facilidad. ¿Qué es lo que determina que una persona no se rinda?, ¿podemos desarrollar la resiliencia en deportistas derrotistas?  

          A lo largo de la historia del deporte se han formulado diferentes respuestas a las preguntas anteriores, respuestas que van desde el sentido común hasta las que se apoyan en evidencia científica. Así, hay quienes afirman que basta con que un deportista “se proponga” conseguir sus objetivos a costa de lo que sea, como si el solo hecho de proponérselo bastara para ser capaces de hacerle frente a cuanto obstáculo surgiera en el camino. Si bien es cierto que muchos deportistas exitosos se han propuesto conseguir sus metas y lo han logrado, también es cierto que muchos más también se lo han propuesto y no han tenido la misma fortuna. Al menos en materia de logros deportivos a largo plazo, es obvio que el poder de nuestros deseos es más bien limitado si no se cumplen también otras condiciones.

Otra posible explicación de la resiliencia en el deporte está basada en el mecanismo de la imitación. Desde este punto de vista, un deportista puede ser resistente a la adversidad a partir de que lo ha aprendido de otras personas, mismas que pueden ser otros deportistas o personas significativas como sus padres, abuelos, etc. La explicación a partir del mecanismo de imitación parece más sensata que la que acabo de mencionar (la de solo “proponérselo”) desde que existe considerable evidencia de que los humanos somos seres que efectivamente aprendemos mucho de nuestro comportamiento mediante la imitación de otros. Sólo por mencionar un ejemplo, el psicólogo Albert Bandura comprobó hace décadas que niños a los cuales se les habían mostrado videos de una persona agrediendo a un muñeco inflable repetían ese mismo comportamiento cuando tenían la oportunidad de jugar con dicho muñeco. Ese comportamiento agresivo no lo mostraban otros niños que no habían visto los videos. 

Los avances neurológicos de nuestro tiempo nos permiten también explorar nuevas explicaciones a mecanismos psicológicos tan complejos  como el de la resiliencia. Por ejemplo, los autores que mencioné más arriba publicaron un interesante artículo titulado “When the brain does not adequately  feel the body: links between low resilience and interoception” (“Cuando el cerebro no siente el cuerpo adecuadamente: relaciones entre baja resiliencia e interocepción”). En dicho artículo, los autores proponen que las personas con baja resiliencia poseen una menor sensibilidad interoceptiva, esto es, una menor capacidad de reconocer las sensaciones de su propio cuerpo, en comparación a personas de media o alta resiliencia. Al poseer menor capacidad de reconocer las propias sensaciones corporales, estas personas tendrían dificultad para predecir cómo se encontrarán físicamente si se exponen a  situaciones estresantes durante cierto tiempo, y eso les obligaría a activar un mayor número de áreas cerebrales que aquéllas personas que –al poseer suficiente información sensorial del estado de su cuerpo- son más capaces de predecir acertadamente cómo va a reaccionar su cuerpo si continúan en el esfuerzo de seguir adelante. 

La hipótesis de estos autores me resulta sumamente gratificante. En mi opinión, una de las cosas que más exige el deporte es que el deportista conozca a plenitud las sensaciones que le brinda su propio cuerpo. Si un gimnasta no siente la fuerza de sus piernas no tendrá la confianza de intentar un salto mortal, y si un tenista no sabe donde se encuentra su mano que empuña la raqueta no podrá dar el golpe exacto a la pelota tan pronto ésta se coloque en la posición ideal. En otras palabras, no es posible ningún movimiento corporal preciso si no es antecedido por la sensación adecuada. Para cualquier gesto deportivo, sensación y movimiento son los dos componentes indisociables que lo articulan. Por lo tanto, si la sensación no es la adecuada o resulta insuficiente, la capacidad de respuesta del atleta será menor pues no podrá confiar en sí mismo bajo la presión de situaciones amenazantes. 

         Por lo tanto, entrenadores y profesionales de las ciencias del deporte, tenemos  el reto de ayudar al deportista a que reconozca su sensibilidad interna, su interocepción, el abanico de sensaciones que le brinda en todo momento su propio cuerpo. Sólo quien se conoce internamente podrá tener la suficiente entereza para poder conquistar los retos de su mundo exterior…
  


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José Manuel Sánchez Durón es Psicólogo formado en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, UDG y Comité Olímpico Mexicano. Es director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en áreas de Psicología, Emprendimiento, Deporte, Alto Rendimiento Humano y Artes.

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Reto liguilla: fortalecer el clima emocional del equipo

RETO LIGUILLA: FORTALECER EL CLIMA EMOCIONAL DEL EQUIPO
Psic. José M. Sánchez


Las emociones juegan un papel fundamental en la vida de cualquier ser humano. Las personas reaccionamos a las diferentes situaciones bajo un diferente estado emocional que puede ir de la felicidad al enojo o la tristeza, dependiendo de si nos sentimos protegidos o amenazados, capaces o incapaces, acompañados o en equipo. Cualquiera que sea el caso, son nuestras emociones las que nos impulsan a reaccionar de manera amistosa, agresiva, tímida o con determinación. Son esas emociones las que llevan a un hombre a abandonar su tierra para conseguir la comida para su familia que ama, las mismas emociones que hacen que una madre pueda soportar hambre y frío por el bienestar de sus hijos. Amor, odio, felicidad, esperanza, miedo, valentía. Las mismas emociones que determinan el resultado de un partido de fútbol…    

Cuanto más próximo se encuentra un partido decisivo, digamos de liguilla, el factor emocional se vuelve determinante. Mientras que a pocas horas de un partido importante no es posible conseguir una mejora aeróbica, ni adquirir un  nuevo gesto técnico, ni aprender alguna nueva estrategia en el parado del equipo, en cambio sí es posible impulsar el CLIMA EMOCIONAL del equipo. El clima emocional es un sentimiento que se comparte en el interior del equipo, como cuando se percibe seguridad o inseguridad, confianza o desconfianza, compañerismo o apatía. Todo esto resulta fundamental cuando se comprende que el clima emocional de un equipo va a tener un impacto fundamental en el partido que se va a jugar. Si en el interior del equipo se percibe un clima de inseguridad, desconfianza o poca motivación el resultado será catastrófico. En cambio, un clima emocional positivo, de ímpetu y vigor incrementa considerablemente las posibilidades de triunfo.      

¿A quién le corresponde GENERAR el clima emocional en el interior del equipo? Todos los jugadores tienen su parte de responsabilidad para ello. Cada uno pone su “granito de arena” al adoptar una actitud de compromiso, responsabilidad y confianza en los compañeros. Y quien no lo haga no estará en sintonía con el resto. Sin embargo, no todos los jugadores poseen la capacidad de regular sus propios estados emocionales y menos aún de generar estados emocionales positivos en los demás. Esto es normal hasta cierto punto, ya que la capacidad de “autogenerar” (generarse a uno mismo) estados emocionales positivos requiere de una madurez que no todos alcanzan, al menos durante su vida como jugadores en activo. De ahí que resulte determinante la fortaleza emocional del cuerpo técnico y su capacidad de transmitirla al equipo. Entrenador, auxiliares, PF, médico, rehabilitadores, psicólogos, nutriólogos, etc., todos podemos –Y DEBEMOS- promover el clima emocional que el equipo necesita. ¿Cómo podemos hacerlo?

Son muchas las estrategias de las que podemos echar mano. Aquí mencionaré solo dos ejemplos. Imanol Ibarrondo fue el personaje encargado de promover los estados emocionales de la Selección Mexicana en el proceso de Juan Carlos Osorio. De origen español, Ibarrondo propone hacerle ver al jugador su potencial interior, su semilla, la cual es capaz de salir a flote para lograr el éxito. Otra estrategia es la de Joaquín Valdés, psicólogo llevado por Luis Enrique al Barcelona FC (y ahora a la selección española). En palabras de Luis Enrique, Valdés brinda su apoyo ayudando al entrenador en la gestión de sus propias emociones para a su vez tener un mejor impacto en el equipo. 

En mi opinión, este es un buen momento para que el cuerpo técnico reflexione sobre las siguientes preguntas: ¿Cree usted en la capacidad de sus jugadores?, ¿se los hace saber?, ¿les ha ayudado a que conozcan cabalmente sus cualidades futbolísticas?, ¿es capaz de sacarlos de su zona de confort?, ¿les ayuda a que amplíen su perspectiva de la vida para que se den cuenta de que su carrera puede terminar en cualquier momento?, ¿usted sabe como quitarles de encima sus problemas extra cancha?, ¿hace usted algo para promover el compañerismo y apoyo entre ellos?, ¿conoce sus miedos y les ayuda a superarlos? 

Aquí algunas recomendaciones sencillas para que el cuerpo técnico promueva el clima emocional positivo en el grupo:

1.- Convénzase a usted mismo de que USTED es excelente en lo que hace, ya sea como entrenador, auxiliar, PF, médico, etc. La seguridad que usted posea en usted mismo se transmite a los demás.

2.- Transmita confianza a sus jugadores, demuestre que usted cree en ellos. 

3.- Sea muy breve y claro cuando quiera corregir algún aspecto del desempeño de sus jugadores. Y no olvide recordarles los aciertos que han tenido durante el torneo.

4.- Entienda que ningún jugador ve el fútbol como usted lo ve.

5.- Ayude al jugador a descubrir sus propias fortalezas de carácter.

6.- Si usted tiene algún problema personal o familiar no lo lleve al equipo, y pida a los jugadores que tampoco lo hagan.

7.- No demuestre duda por medio de su lenguaje corporal el día del partido importante. Muéstrese firme y convencido.

8.- Sólo utilice comentarios positivos en el vestidor.

9.- Busque los motivos que mueven a cada jugador (a nivel personal o familiar) en lugar de querer imponerle los suyos propios.

10.- Sea congruente con usted mismo y con los ideales que usted tenía cuando comenzó su carrera en el fútbol. Predique con el ejemplo. 


"Cuando el rendirnos no es una opción, nuestras emociones deben de ser nuestras mejores aliadas. Controlar las emociones significa saber mantener la cabeza fría en la adversidad pero también saber encenderse cuando se requiere una entrega total. Quien controla su mundo interior también logrará controlar el mundo en el que vive…"  


José Manuel Sánchez es Psicólogo formado en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, UDG y Comité Olímpico Mexicano. Es director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en áreas de Psicología, Emprendimiento, Deporte, Alto Rendimiento Humano y Artes.

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Me lesioné... ¿quién soy ahora?

ME LESIONÉ… ¿QUIEN SOY AHORA? 
José Manuel Sánchez


Hace algunos años me interesé por una película llamada Face-Off (traducida en México como “Contracara”) protagonizada por John Travolta y Nicolas Cage en la que el primero representaba a un policía y el segundo a un delincuente. La trama versaba sobre una estrategia policial para obtener información que el delincuente (Cage) se negaba a proporcionar. El plan era que Travolta se hiciera pasar por Cage en prisión y así poder averiguar la información buscada entre los amigos de este último. El problema de hacer pasar al policía por el delincuente se resolvió fácilmente: un grupo de médicos especialistas en materia de trasplantes cortaron los rostros de ambos protagonistas y los intercambiaron. Asunto resuelto… (vea una escena de la película aquí: https://www.youtube.com/watch?v=WVcL6A7E6RU)

Ciertamente, hubo algunos pequeños “problemas colaterales”. Cuando Travolta despierta luego de la operación, y se ve al espejo, entra en crisis de pánico. Después de todo no es cualquier cosa saber que uno tiene el rostro del enemigo. Uno de sus compañeros de profesión intenta tranquilizarlo recordándole que aunque ahora tenía un rostro diferente, seguía siendo la misma persona. 

¿Cómo sabemos que somos la misma persona al despertar cada mañana? Definitivamente que el vernos el mismo rostro a diario juega un papel importante, pero no es lo único. Debemos también de reconocer nuestro mismo cuerpo y sobretodo las sensaciones que nos genera, tanto internas como externas. En todo momento los receptores sensoriales de nuestro cuerpo “informan” al cerebro sobre las sensaciones externas (tales como la temperatura medioambiental) e internas (tales como la posición de nuestras extremidades o dolores musculares) que percibimos. Todo este abanico de sensaciones es tan habitual que la mayor parte del tiempo parece pasar desapercibido. Pero basta con un cambio brusco en alguna de nuestras sensaciones habituales para que les prestemos atención. Por ejemplo, el dolor generado por un esguince que nos acaba de provocar una lesión es inmediatamente identificado porque no es una sensación habitual. Pasa lo mismo con cualquier sensación nueva. Pero si al despertar cada mañana experimentamos en general las mismas sensaciones a las que nuestro cuerpo nos tiene acostumbrados entonces sabemos que todo anda bien y que seguimos siendo los mismos que éramos la noche anterior cuando nos fuimos a la cama. 

Dicho de manera muy general, esta noción subjetiva de saber “que YO soy YO”, es lo que se conoce con el nombre de identidad. Digamos que la identidad es el conjunto de pensamientos, creencias, sensaciones y capacidades que posee una persona, y que le hacen saber quién es.  Así, si un día usted se despertara detectando que posee una fuerza del triple de su fuerza actual, inmediatamente notaría que algo anda mal y que ese cuerpo no es el de usted. Tal vez se alegraría por su nueva fortaleza pero también le vendría una fuerte incertidumbre por saber qué le ha ocurrido a su “yo” más débil, aquél que usted había sido hasta este día. 

La identidad personal comienza a formarse relativamente temprano en nuestro desarrollo. Hace años se popularizaron algunos estudios en los que se colocaba a niños pequeños (de alrededor de los 2 años de edad) frente a un espejo para que se observaran. Luego, un adulto le pintaba una pequeña mancha de pintura en el rostro del pequeño sin que este se diera cuenta, y luego le permitían mirarse de nuevo al espejo. Los niños se mostraban ahora sorprendidos e inmediatamente tocaban con uno de sus dedos su mancha en el rostro. Los investigadores sugerían que si el niño trataba de tocar la mancha en el reflejo del espejo se podría concluir que el niño “creía” que el reflejo se trataba de otro niño. En cambio, si el niño tocaba su propia mancha, eso nos indicaba que el niño sabía que el reflejo se trataba de él mismo, esto es, que el niño tenía una noción de sí mismo como un individuo. Este experimento se realizó posteriormente con monos (puede ver el video aquí: https://www.youtube.com/watch?v=bKE3hJgJMcA).

El tema de la identidad personal es de gran importancia en el deporte de alta competencia. Un atleta que va desarrollando paulatinamente todas sus capacidades físicas comienza a familiarizarse muy pronto con las sensaciones de fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad que su cuerpo le genera. Así, el atleta descubre que es una persona capaz de realizar grandes esfuerzos físicos que la mayoría de nosotros no podemos. Y además, el atleta recibe un constante reconocimiento y admiración de mucha gente, por lo que no solo se sabe fuerte y capaz, sino que también se sabe importante, valioso y admirado por la gente. Obviamente, todo este conjunto de sensaciones y creencias son de gran utilidad para que desarrolle la confianza en sí mismo que necesita para hacer frente a sus competencias. 

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando un deportista de alto rendimiento sufre una lesión de gravedad que le obliga a apartarse del entrenamiento por un lago periodo de tiempo? El deportista lesionado, no solo pierde capacidad de movimiento, sino que sobretodo pierde identidad. A partir de ese momento el deportista deja de ser la persona capaz que era antes de la lesión o, al menos, eso es lo que él experimenta. 

Aunque es obvio que se trata de la misma persona, el deportista lesionado pasa por un periodo psicológico lleno de dudas e incertidumbre, en el que se replantea qué va a ser de él. Automáticamente comienza a reconstruir una imagen de sí mismo, pero en esta ocasión se trata de una imagen denigrada, débil, incompetente…

En mi opinión, esta situación nos exige un plan de acción conjunta a los psicólogos, médicos, kinesiólogos y demás profesionales que rodeamos al deportista. Tan importante es sanar la herida corporal como la psicológica. Huesos, músculos y demás tejidos serán habilitados con las técnicas que los profesionales de la salud hoy en día poseen, pero será necesario también ayudar al deportista a que recupere su identidad perdida. El deportista debe de tener en claro que sigue siendo el mismo que antes era, y para ello resulta de gran ayuda la retroalimentación que recibe de todo su entorno respecto a todo aquello que no ha cambiado a pesar de su lesión. Es como si la lesión acaparara toda la atención del deportista y que eso le llevara a definirse a sí mismo como “el lesionado”  en lugar de definirse como “el mismo deportista pero que solo pasa por un periodo de recuperación”. 

Démosle a las lesiones la importancia que merecen, pero no les permitamos que sean ellas las que definan nuestra identidad. Con o sin lesión, todo deportista es un individuo competente y un ser humano valioso que merece nuestro respeto y reconocimiento, y puede estar seguro que los logros que ya ha tenido en su carrera nunca serán borrados… 
       

José Manuel Sánchez es Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en áreas de Psicología, Emprendimiento, Deporte, Alto Rendimiento Humano y Artes.

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¿Cómo actúa usted ante la adversidad?

¿CÓMO ACTÚA USTED ANTE LA ADVERSIDAD? 
Psic. José M. Sánchez


         Los seres humanos -y los seres vivos en general- vivimos enfrentando retos constantemente. De hecho, el comienzo mismo de nuestra vida fuera del útero materno (el día de nuestro nacimiento) constituye un gran reto: lograr salir con vida para aprender a vivir respirando el aire que nos rodea. Por supuesto que ese gran primer reto lo afrontamos con la ayuda de terceras personas (por ejemplo médicos y enfermeras si es que usted vino al mundo en alguna clínica hospitalaria) pero a partir de ese momento la responsabilidad de la gran mayoría de nuestros retos será exclusivamente nuestra. Definitivamente que la vida sería mucho más sencilla si siempre tuviéramos a médicos y enfermeras que nos ayudaran a sortear los retos cotidianos, pero seguramente también sería muy aburrida. 

        Por supuesto que hay de retos a retos, pues no todos tienen el mismo nivel de dificultad para ser superados. Por ejemplo, un bebé enfrenta el reto de aprender a ponerse de pie y caminar. Ciertamente que se trata de un reto difícil ya que el niño promedio no sabe hacerlo antes de su primer año y la fuerza de sus piernas no está completamente desarrollada. No obstante, si el niño es estimulado en el momento adecuado de su maduración seguramente va a lograrlo. De hecho la gran mayoría de los niños lo logra. Un caso muy diferente es el de todas aquéllas situaciones que nos hacen creer que no podemos superarlas porque rebasan nuestra capacidad de hacerles frente. Me refiero a enfermedades o lesiones de gravedad, a la muerte de un ser querido, a una ruptura amorosa, a la pérdida de nuestros bienes materiales por una catástrofe, a la quiebra de nuestro trabajo o negocio, al desarrollo de la dependencia a sustancias nocivas, etc. Situaciones graves que nos pueden ocurrir a cualquiera, pero que no cualquiera parece enfrentar de la mejor manera. 

        Piense usted en una situación grave que considere haber vivido. ¿Cree usted que la enfrentó de la mejor manera?, ¿cree usted que sería capaz de enfrentar algo aún más difícil?, ¿en base a qué criterios usted considera que una situación rebasa sus capacidades de afrontarla?

        Nuestra inteligencia y nuestro carácter se ponen a prueba en relación a las situaciones que vamos viviendo. Quien pocos problemas ha tenido en la vida poco conoce también de su capacidad para enfrentar situaciones difíciles. Por lo tanto, estoy convencido de que el enfrentar retos es una vía excepcional para descubrir de lo que somos capaces. 

       Sin embargo surge aquí un detalle muy interesante sobre el que quiero reflexionar. Si son los retos que enfrentamos día a día los que nos van ayudando a descubrir nuestras capacidades de lucha y superación, entonces podemos concluir que el conocimiento que tenemos de nuestras capacidades depende del grado en que éstas hayan sido puestas a prueba. En otras palabras, una persona puede tener una gran confianza en sí misma para salir adelante si ha enfrentado grandes adversidades en el pasado y ha logrado salir adelante. Pero, ¿qué pasaría si esa misma persona solo hubiera enfrentado en su vida problemas de mediana o baja dificultad? En un caso así, esa persona solamente se sabría capaz de enfrentar problemas pequeños y sin duda estaría temerosa de enfrentar dificultades mayores. ¿Cree usted que la magnitud de los problemas que ha vivido hasta ahora es lo que determina qué tanta capacidad posee usted para superar las adversidades?

       En mi opinión esto no necesariamente es así, pero también creo que mucha gente está convencida de ello. Ciertamente todos tenemos un límite para soportar la adversidad pero el problema que aquí quiero señalar es que muchas veces creemos que ya hemos llegado a nuestro límite aunque eso no sea cierto. Como cuando vamos “muertos de cansancio” a nuestra casa y repentinamente un perro de apariencia poco amigable nos comienza a perseguir e inmediatamente corremos despavoridos "sin recordar" que ya no teníamos energía. ¿O acaso los perros callejeros tienen el poder de transmitirnos energía para hacernos huir de sus colmillos?

El novelista británico Piers Paul Read publicó en el año 1974 el libro “¡Viven!” en el que narra la tragedia del equipo de rugby Old Christians, quienes al volar desde Montevideo hacia Santiago de Chile sufrieron un accidente que les llevó a estrellarse en los Andes en el año 1972. Sorpresivamente varios de los 45 pasajeros sobrevivieron al accidente. No obstante, la región montañosa en la que quedaron atrapados y las tormentas de nieve que ocurrían en esa época del año hacían imposible su localización por lo que las autoridades los dieron por muertos y ellos tuvieron que permanecer ahí casi tres meses antes de ser rescatados. Las condiciones extremas de su espera llevaron a la muerte a varios, y quienes lograron sobrevivir narrarían posteriormente que a falta de alimento se vieron en la necesidad de comer carne humana de sus compañeros fallecidos. 

      Técnicamente hablando, las probabilidades de sobrevivir eran prácticamente nulas. No olvidemos que toda esta aventura comenzó porque se estrelló el avión en que volaban y eso ya de por si representa algo extraordinario. Pero aún más extraordinario es el hecho de que hayan logrado conservar la vida en las condiciones de frío, hambre y enfermedad en las que estaban sumergidos por tanto tiempo. Sin mencionar su capacidad de mantenerse ecuánimes y no “perder la cabeza” ante tal realidad. Me atrevo a afirmar que, si antes del accidente se les hubiera preguntado a cada uno de los sobrevivientes si serían capaces de soportar una situación de este tipo, seguramente hubieran respondido que no lo lograrían puesto que no son el tipo de situaciones que ellos –ni ningún ser humano- estaban acostumbrados a enfrentar de manera habitual. Y, no obstante, lo lograron…

      Ignoro si sea posible algún día especificar con precisión los límites de nuestras capacidades humanas para hacerle frente a las adversidades de la vida. Ciertamente no somos omnipotentes y es obvio que no somos capaces de lograrlo todo. Pero así como el libro de los sobrevivientes de los Andes al que acabo de referirme existe una cantidad enorme de evidencia sobre personas -como usted y yo- que han pasado por situaciones extremas y que han logrado salir adelante. En lo personal, me agrada mucho conocer esa clase de historias puesto que me ayudan a poner mis problemas en perspectiva. Si un ser humano como yo fue capaz de sobrevivir casi tres meses en temperaturas bajo cero, sin alimento ni mucho menos cuidados especiales, tal vez yo sea capaz de soportar una mala racha económica, o los problemas de conducta de mis hijos, o el sentir que los demás no me comprenden. O al menos podríamos comenzar a cuestionarnos a nosotros mismos respecto a nuestras creencias limitantes, ¿tenemos suficiente evidencia para creer que ya no podemos soportar más la adversidad que nos aqueja?, ¿o será que tal vez nuestra capacidad para soportar y enfrentar es mucho mayor pero que estamos acostumbrados a menospreciarnos? 

       Entonces, ¿cómo enfrenta usted la adversidad, se rinde fácilmente o se convence de que quiere descubrir hasta donde es capaz...?

 
José Manuel Sánchez es Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en áreas de Psicología, Política, Emprendimiento, Deporte y Artes.

¿INDEFENSOS EN EL PROCESO ELECTORAL?

¿INDEFENSOS EN EL PROCESO ELECTORAL?
José M. Sánchez


Siguiendo con atención las noticias con las que los medios de comunicación nos han estado bombardeando las últimas semanas, me he sentado frente a mi computadora para reflexionar sobre algunos de los temas que en mi opinión han generado mayor impacto en el ánimo del país. Por un lado tenemos la “fiebre futbolera” que comienza a hacerse sentir a lo largo y ancho de nuestro territorio. Millones de mexicanos ya esperamos ansiosos el partido contra Alemania mientras algunos medios “le ponen sabor” sometiendo a debate si la sonada – y supuesta- fiesta de nuestros seleccionados es un mal augurio para nuestras desgastadas aspiraciones  por llegar al quinto partido. ¿Daremos el salto definitivo que mate de una vez por todas la maldición del “síndrome del jamaicón”?, ¿logrará el colombiano Osorio demostrarle a todo un país que el sistema de las famosas rotaciones estaba más que justificado? Muy pronto tendremos respuesta a estas preguntas. Y como dicen por ahí, ¡qué nervios!...  

Pero si bien es cierto que un buen resultado en la Copa del Mundo generaría un ánimo muy favorable en el colectivo nacional, también es cierto que ese estado de felicidad sería efímero, desde que todo clamor derivado de una hazaña deportiva lo es. Aunque la gloria puede quedar por siempre en el recuerdo del aficionado, la pasión se desborda únicamente en el momento del triunfo y a lo mucho quedan las secuelas de alegría algunos pocos días más. En cambio, el segundo de los temas de los que los mexicanos no podemos guardar distancia en estos días es el tema electoral, precisamente porque lo que ocurra en las próximas elecciones repercutirá en la vida de millones de nosotros durante un tiempo mucho más prolongado que solo los días posteriores al primero de julio. 

Respecto a este escenario, me llama mucho la atención un tema sobre el que el Instituto Nacional Electoral (INE; antes IFE) se ha manifestado con frecuencia, me refiero al abstencionismo. Cierto es que la renuncia voluntaria al derecho al voto no es exclusiva de nuestro país, pero como alguien dedicado al estudio del comportamiento humano me pregunto las razones de este fenómeno social. ¿Por qué una gran cantidad de ciudadanos no vota?, o mejor aún, ¿qué hechos explican las cifras que alcanzan los conjuntos de votantes y de no votantes?

Definitivamente este tema es muy complejo, como suele serlo todo fenómeno social. Pero aquí voy a compartir una idea que en lo personal me resulta atractiva. Mi idea se deriva de un fenómeno de comportamiento observado originalmente en estudios de laboratorio animal por el psicólogo Martin Seligman a finales de los 60`s. Básicamente, el estudio consistía en someter a electro shocks a un grupo de perros y observar su comportamiento. El estudio fue realizado en cajas de experimentación compuestas de dos espacios divididos entre sí por una pequeña barrera que no obstante no impedían al animal el paso de una a otra. El animal solo recibía electro shocks en una de las dos áreas de la caja de experimentación. Se observó que mientras que algunos animales escapaban al lado seguro de la caja toda vez que venía el shock, otros no lo hacían. Cabe señalar que estos últimos animales –a diferencia de los primeros- habían recibido previamente un tratamiento en el que se les suministraban electro shocks en cajas completamente cerradas que no tenían opción de escape.     

Seligman empleó el nombre de indefensión aprendida (learned helplessness) para referirse a este fenómeno, esto es, una especie de aprendizaje de que no es posible escapar de una situación aversiva lo cual lleva al animal a renunciar a sus intentos de escape. 

Cabe señalar que en el campo de la Psicología ha sido un método común el estudio con animales y que los resultados de tales estudios, con las reservas del caso, sugieren implicaciones muy interesantes para comprender el comportamiento humano. La indefensión aprendida no es la excepción. Realmente no es difícil encontrar ejemplos de personas que parecen resignadas a su realidad y que renuncian a actuar para cambiar su situación de desdicha. 

Las implicaciones de lo que acabo de comentar, respecto al tema del abstencionismo electoral, me parecen obvias. En mi opinión, los votantes principiantes (aquéllos que apenas recientemente han alcanzado los 18 años) ejercen su derecho al voto al menos en su mayoría. Pero son aquéllos quienes llevan años votando y no han visto satisfechas sus expectativas de mejora quienes terminan por renunciar a ese derecho (en otras palabras, aprenden a dejar de actuar, de luchar). Digamos que la frustración de las expectativas es la madre de la indiferencia, y esto aplica para temas electorales, amorosos, laborales, académicos, etc.   

De ahí que el reto enorme que esta situación representa para los actuales candidatos. Y es que no es tarea fácil convencer a alguien (persona o perro) de que vuelva a hacer algo a lo que ya ha renunciado. No obstante, se puede re-aprender.  Un amante frustrado que ha jurado no volver a insistirle a la amada que lo desprecia, puede volver a intentarlo si ella da señales de interés. El ama de casa que está harta de pedirle a su hijo que cambie un determinado comportamiento puede volver a hacerlo si nota que el hijo en cuestión comienza a reaccionar a sus peticiones. Hay mil ejemplos de los ánimos renovados que generan las señales de cambio.

Por lo tanto, considero que el candidato en el que la ciudadanía identifique mayores señales de cambio llevará una ventaja fundamental respecto a los demás. Pero subrayo el hecho de que no  basta con que el candidato esté convencido de que representa un cambio. Tal vez el candidato lo crea, y sea honesto consigo mismo. Pero si no trabaja en lograr que la gente perciba  lo mismo, simplemente se estará dando, como decimos los mexicanos, “atole con el dedo”… 

¿Tú qué opinas?
     

José Manuel Sánchez es Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en áreas de Psicología, Política, Emprendimiento, Deporte y Artes.





COMPITE COMO SI FUERAS TRES

COMPITE COMO SI FUERAS TRES
José M. Sánchez
Depsic Psicología y Alto Rendimiento S.C.



Jalisco es uno de los estados de mayor desarrollo en la República Mexicana. Su economía, cultura y tradiciones son en buena medida referentes de nuestro sello como mexicanos. Tuve la oportunidad de sentir “en carne propia” la calidad de este estado y de su gente, cuando adopté a Guadalajara (Jalisco, México) como mi segunda casa. Luego de haberme formado como psicólogo deportivo en el Comité Olímpico Mexicano,  y de haber ejercido esta profesión durante años, me decidí a continuar con mi preparación académica en la Universidad de Guadalajara (U. de G.) así que me mudé a esa ciudad, a la que guardo gran cariño. Y es que Guadalajara –y todo el estado de Jalisco- no solo abre sus puertas al visitante sino que además nos brindan sentido de pertenencia. 

Quizá como todo visitante que llega a tierras jalicienses, yo también me pregunté alguna vez cuál era el origen del gentilicio “tapatío” con el que acostumbramos nombrar a nuestros paisanos nacidos ahí. Al parecer, al término tapatío se le atribuyen varias raíces. Pero una de ellas me llama la atención de manera particular: es una palabra de origen náhuatl derivada de la palabra Tapatiotl, que significa “que vale por tres”. De acuerdo con esta definición, el tapatiotl eran tres pequeños costales que contenían 10 granos de cacao cada uno, y durante el siglo XVII estos granos servían de moneda a los indígenas habitantes del Valle de Atemajac para el trueque de mercancías en el tianguis de la ciudad… 

Desde un punto de vista económico, el valor de una cosa se mide en función de aquello por lo que puedas intercambiarlo. Por lo tanto, imagino que el tapatiotl era UNA posesión muy valorada puesto que equivalía a tener otras TRES. 

Como psicólogo deportivo, me gusta esta clase de ejemplos con mis atletas. Así como un objeto o 
moneda posee un determinado valor, así también cada atleta tiene el suyo propio. Pero a diferencia de los objetos y monedas, los atletas –que son de carne y hueso- tienen dos clases de valor: por un lado el valor monetario que el club está dispuesto a pagar por él(ella) y por otro el valor subjetivo que cada atleta se otorga a sí mismo(a).  En el primer caso se trata de un valor que fijan los estándares en un mercado deportivo, y en el segundo caso se trata de un tema de auto-concepto e imagen de sí. 

¿Cuánto vales?  Si el tema del autoconcepto es importante para cualquier persona, para los deportistas lo es aún más. Es difícil conseguir logros importantes si uno mismo no cree merecerlos o no cree ser capaz de obtenerlos. De ahí que el primer paso, al menos en el deporte, sea el de ser capaces de vernos al espejo convencidos de lo que valemos. 

Pero tomemos en cuenta que el valor que cada deportista se otorga a sí mismo(a) está influido enormemente por la cultura en la que ha crecido. Cuando hablo de cultura me refiero a todas aquellas enseñanzas de parte de la sociedad que lo vio nacer. Y sabemos que así como hay pueblos que animan a sus integrantes a creer en sí mismos también existen otros donde se transmite lo contrario: la desconfianza en las propias capacidades, la auto-descalificación, etc. Como si tener confianza en uno mismo fuera algo indeseable. No debemos confundir la autoconfianza con la egolatría. La primera se refiere al conocimiento de nuestras propias capacidades lo cual nos lleva a creer que somos realmente capaces de lograr algo. La segunda se refiere a exaltarse a uno mismo por sobre los demás. Se puede – y se debe- ser humilde y con elevada autoconfianza. 

Ahora bien, tomemos en cuenta que el creer en uno mismo es apenas el primer paso. El segundo es demostrarlo. Confía en ti y luego haz lo que está de tu parte para demostrarle a tu rival que tú eres superior. Al demostrarlo estarás logrando que no solo tú sepas lo que vales sino que ahora también los demás se darán cuenta. ¿De algo sirve creernos los mejores si no trasladamos nuestra creencia a los hechos concretos? Cuidado, porque si eso pasara entonces caeríamos en lo que se conoce como autoengaño, o sea, creer algo que no somos…   

Pongamos un ejemplo. Este próximo domingo se disputarán -precisamente en la ciudad de Guadalajara, Jalisco (México)-  las finales de la Liga Mexicana de Voleibol en sus ramas femenil y varonil. La ciudad anfitriona estará representada por los equipos de Tapatías y Tapatíos, las dos escuadras que se mostraron más fuertes durante el actual torneo. Cabe decir que ambos equipos representan no solo a una ciudad sino también el ejemplo de que cuando se cree en un sueño, y se pone todo el esmero en lograrlo, las cosas se acomodan en su lugar. A pocos años de su formación, la escuadra de Tapatías ha pisado en firme y es el actual campeón de la liga. Ahora están dispuestas a defender su título. Por su parte el equipo de Tapatíos (de más reciente conformación) termina también el actual torneo  como primer lugar y con el hambre suficiente para hacer pesar su localía. Ambos equipos llevan en su nombre su destino. No se puede ser un verdadero tapatío(a) si no se sabe lo mucho que uno vale. Y como consecuencia se tiene la obligación de jugar con tanta pasión y convicción de manera que el rival sienta que no tiene enfrente a 6 rivales, sino a 18, porque cada tapatío vale por tres. No se puede salir a defender la playera de otra manera, al menos si se quiere seguir llevando ese nombre. 

Estoy seguro que este domingo la palabra “Tapatío” cobrará todo su significado cuando ambos equipos se levanten con el triunfo…
 
José Manuel Sánchez es Psicólogo deportivo formado en el Comité Olímpico Mexicano director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en la aplicación de la Psicología al emprendimiento, artes y política.  


CAMPAÑAS ELECTORALES Y MUNDIAL DE FÚTBOL

CAMPAÑAS ELECTORALES Y MUNDIAL DE FÚTBOL
José M. Sánchez




México es un país al que le “hierve la sangre”. Los mexicanos somos apasionados, quizá por naturaleza, o porque la historia de nuestro pueblo nos ha moldeado de esa manera. En cierto sentido, México es gran país conformado por pequeños países, pues tenemos la fortuna de encontrar gran diversidad de subculturas repartidas a lo largo de todo nuestro territorio nacional. Etnias, ecosistemas, religiones, gastronomía y hábitos sociales, se conjugan de tal manera que es posible transitar por toda nuestra riqueza sin salir siquiera de nuestro territorio. Pero aun con todas las naturales diferencias que podemos atribuir a los rasgos de nuestra región de nacimiento, podemos también encontrar las similitudes que nos dan identidad. Así, es tan cierto decir que “cada mexicano es diferente”  como decir que “todos los mexicanos son iguales”. Y somos iguales porque vemos y enfrentamos la vida de la misma manera: cada día nos levantamos para ver de frente al futuro y construirlo, independientemente de cuan adverso sea el presente. No hay mexicano al que no le hierva la sangre…

Si los acontecimientos importantes para un país se miden por la magnitud del impacto que generan en sus ciudadanos, entonces podemos decir que este año México vivirá –simultáneamente- dos acontecimientos de este tipo. El 14 de junio arrancará el Mundial de Fútbol  de Rusia 2018 que, como cada cuatro años, paralizará a nuestro país para seguir de cerca el camino de nuestra selección nacional, nuestro bien amado TRI. Vienen semanas en las que el fútbol será nuestro principal alimento gracias a los medios de comunicación, y en el que nuestro nacionalismo deportivo nos hará sentirnos más cercanos, más unidos, más hermanos. Los que amamos el fútbol, ya estamos preparados para pasar una y otra vez del éxtasis a la melancolía y viceversa, a lo largo de cada 90 minutos que México sea protagonista. Al menos sabemos que nuestros paisanos, aquéllos que no gustan del deporte de las patadas, se portan solidarios con el pueblo durante esas cuatro semanas del año. 

Pero esta ocasión en particular también ocurren desafíos en otros escenarios. El segundo acontecimiento importante que nos depara es el proceso electoral. Elegiremos Presidente de la nación y otros representantes locales. Y como todas las situaciones que nos presenta la vida, esta oportunidad de decidir el rumbo de nuestro país también es hermosa y trascendente. ¿Acaso hay algo más hermoso que tener la oportunidad de aportarle algo a nuestro país?, ¿acaso algo más trascendente como ciudadanos?  

En mi opinión, ambas contiendas (las que ocurrirán en las canchas y en las campañas) poseen algo que las vuelve muy atractivas: quien mejor entienda el juego (deportivo o político) mejores oportunidades tendrá de salir victorioso. Así, la contienda representa un juego de estrategia en el que la capacidad de planeación de las acciones será la clave. El fútbol y la política se juegan “con la cabeza”. 

¿Qué nos toca a los espectadores? Ponernos la camiseta y apoyar a nuestro equipo. En el fútbol decimos que el jugador número 12 (el aficionado que apoya desde la tribuna) juega un papel importantísimo como apoyo a los 11 que están en la cancha. Y lo mismo ocurre en toda campaña política. En una campaña, el jugador número 12 es el ciudadano que apoya o da la espalda, el que permite o el que se opone. De ahí que sea crucial reflexionar sobre cuál deberá de ser nuestra actitud ante las próximas elecciones. ¿Sobre qué bases elegiremos sumarnos a la decisión del país o sumarnos a las cifras al abstencionismo? ¿Tú qué quieres para México?  

No hay mejor base que el conocimiento y, como tal, una actitud basada en conocimientos (o sea, informada) será la mejor de todas. ¿Y qué debemos conocer? De entrada, las trayectorias, propuestas y capacidad de escucha de los candidatos. Si conocemos más de los jugadores de nuestra selección y de sus rivales en el próximo mundial, que de los candidatos que se juegan la silla presidencial, entonces no estamos listos para decidir. Y si no es ahora, ¿cuándo? Recordemos que “la gran final” será este próximo primero de julio, y esa fecha ya está muy próxima. Que nuestro orgullo nacional sea nuestra pasión y que esa pasión se refleje en las urnas así como en cada grito de gol… 



José Manuel Sánchez es Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en áreas de Psicología, Política, Emprendimiento, Deporte y Artes. 

¿Vale la pena intentarlo?

¿VALE LA PENA INTENTARLO…? 
José M. Sánchez

¿Alguna vez te has detenido antes de intentar algo que deseas? Seguramente que toda persona se ha visto en esa situación alguna vez. "¿Debo dar ese beso?, ¿debo solicitar ese empleo?, ¿debo pedirle permiso?, ¿debo comer ese postre extra?, ¿debo estudiar esa maestría?, ¿debo independizarme?" Esta clase de preguntas y otras por el estilo nos han dejado sin dormir más de una noche.

La vida es ese tiempo que transcurre mientras tomamos decisiones. Curiosamente, el tomar una decisión no es algo que nos represente mayor problema desde que somos pequeños. Cualquier niño sano es experto en el arte de decidir: decide jugar con la arena -y lo hace-, decide trepar a la mesa -y lo hace-, decide comer la galleta -y lo hace-, decide tirar el juguete -y lo hace-, etc. En el mejor de los casos, los padres van a detenerlo si lo que intenta hacer el niño es peligroso, pero cuando los padres intervienen ya el intento está hecho. En otras palabras, los adultos pueden detener la acción del niño pero nadie puede detener la intención, el impulso, porque las intenciones e impulsos nacen del interior del niño y siempre preceden a sus actos. 

¿Qué pasa entonces cuando crecemos?, ¿por qué los adultos dudamos tanto antes de hacer las cosas que queremos?, ¿por qué no podemos seguir imitando a los niños y simplemente actuar y atrevernos? Una respuesta sencilla a estas preguntas se relaciona con la capacidad que tenemos los adultos para anticipar las consecuencias de nuestros actos. El niño no parece capaz de darse cuenta de lo que puede provocar una acción suya, o al menos no completamente. En cambio, el adulto “normal” al menos tiene una perspectiva más amplia que le permite saber que a toda acción corresponde una reacción, y por consecuencia aprende a ser más cauteloso. Al parecer, no solo envejecemos con el paso de los años, también aprendemos a pensar las cosas dos veces…

Tal vez todo esto que acabo de decir no resulte algo novedoso para usted. Todos sabemos que los niños son arriesgados y que los adultos medimos nuestras acciones antes de realizarlas. Sin embargo, lo que no parece tan obvio es respondernos qué tan arriesgados deberíamos de continuar siendo ya que dejamos atrás la infancia. ¿Deberíamos renunciar tajantemente al riesgo?, ¿o tal vez deberíamos de atrevernos a todo?

Es difícil encontrar cuál sería la medida recomendada para ser arriesgados en la vida. No creo siquiera que exista tal medida, o al menos no podemos generalizarla. Hay situaciones en las que tomar un riesgo prácticamente nos puede costar la vida y hay otras en las que perderíamos la vida si no nos arriesgamos. Para no perdernos en este juego de palabras vamos a decir algo más concreto para tratar de que nuestra reflexión sea útil. 

En mi experiencia como psicólogo me he interesado mucho por el tema de encontrar cuáles son los factores que influyen para que una persona se decida a intentar hacer algo que quiere o para que decida mejor no hacerlo. Supongamos que usted quiere enamorar a cierta persona que conoce y que en este momento solo son amigos. ¿Decide usted intentar enamorarle o no se atreve?, ¿de qué depende su decisión? Es obvio que habrá muchos factores que influyan para tomar una decisión ante esta clase de situaciones, pero para simplificar solamente voy a señalar dos condiciones. En general, para decidirnos a actuar tomamos en cuenta dos cosas: 1) cuál es el grado de dificultad del reto que tenemos enfrente y 2) qué tan capaces creemos ser para afrontarlo. ¿Analizamos un poco este tema?

Usted primero evalúa la situación, analiza, y luego concluye si se trata de una situación sencilla o difícil. Regresando a nuestro ejemplo de la conquista, usted se pone a pensar si la persona puede resultar atractiva también para otras personas o no, si actualmente ya tiene una pareja estable o no, si se trata de alguien que parece ser fácil llegar a descubrir lo que le gusta, etc. Al responder a estas preguntas usted podrá concluir que se trata de un reto sencillo, regular, difícil o casi imposible. Y aquí interviene un primer mensaje que quiero transmitirle: ¿usted sabe evaluar los retos que enfrenta?, ¿le da su justa medida a cada reto o por el contrario los distorsiona? Hay personas que con mucha facilidad ven los problemas más grandes de lo que en realidad son. Los exageran, o como decimos coloquialmente, “se ahogan en un vaso de agua”.  Y otras personas, por el contrario, parece que todo lo ven muy sencillo. No se estresan y creen que los problemas no son tan grandes.  

Pero no se trata de ver los problemas o los retos de la vida más grandes o más pequeños, sino de verlos en su justa dimensión. Tan peligroso es no intentar algo por temor como peligroso es el "aventarnos" sin medir el riesgo. En ambos casos podemos salir dañados. ¿Cómo podemos entonces medir con precisión la magnitud del riesgo?

Aquí interviene el segundo de los factores a los que ya me referí antes. Más arriba dije que para tomar una decisión también interviene la creencia en nuestra propia capacidad. ¿Qué significa esto? Se lo diré con un ejemplo. Cuando usted va a salir de vacaciones revisa una y otra vez su maleta para cerciorarse de que lleva consigo todo lo necesario. Traje de baño, bloqueador, sandalias, etc., Listo, usted sale con la seguridad de que lleva lo que va a necesitar. Pues bien,  antes de tomar una decisión en la vida también echamos un ojo primero para asegurarnos de que tenemos lo necesario. Aunque en este caso “lo necesario” se refiere a las capacidades, aprendizajes,  inteligencia, hábitos que nos definen como individuos particulares. Escaneamos todo nuestro arsenal de conocimientos/habilidades y entonces podremos concluir que somos poco capaces, muy capaces o incluso prácticamente indestructibles. La imagen que tenemos de nosotros mismos influye en buena medida sobre la dificultad que le atribuimos a los retos que enfrentamos. Si creemos que somos poco capaces entonces cualquier reto nos parecerá demasiado difícil. En cambio, si creemos que somos indestructible entonces todo reto que enfrentemos nos parecerá insignificante. ¿Usted cómo se valora, como alguien competente o incompetente?

Pues bien, le diré que la imagen que usted posee de sí (como alguien competente o no) es el resultado de toda su historia personal, de sus éxitos y fracasos pasados. Todos tenemos un cierto nivel de confianza (alto o bajo) en nosotros mismos y eso viene en buena medida de lo bien o mal que nos haya tratado la vida. Pero estoy convencido de que en muchas ocasiones la imagen que una persona posee de sí misma no corresponde necesariamente con sus capacidades reales. Más específicamente, sostengo que alguien puede ser capaz de lograr muchas cosas y no darse cuenta. Mucha gente no cree en sí misma sin saber que su falta de fe no se corresponde con sus capacidades reales. 

¿Solución para esta situación? ¡Póngase a prueba! No de por hecho que usted fallará, mejor otórguese el beneficio de la duda. Por supuesto, primero evalúe bien la situación (posibles riesgos o pérdidas que puede tener), estudie los hechos y prepárese. Y si considera que su vida o la de alguien más no está de por medio, decídase a intentarlo. O, al menos, no se descarte de antemano convenciéndose de que usted no sería capaz de lograr aquello que quiere. Ponernos a prueba es la mejor estrategia para descubrirnos. Si usted se entrega a la aventura de descubrirse permanentemente vivirá en constante renovación. Y, en mi opinión, renovarse es algo por lo que bien vale la pena intentar aquello que queramos… 

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José Manuel Sánchez es Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador empresarial y conferencista. 



¡Mas alto, más fuerte, más rápido!... ¿A qué costo?

¡MÁS ALTO, MÁS FUERTE, MÁS RÁPIDO!... ¿A QUÉ COSTO?
José M. Sánchez
Depsic Psicología y Alto Rendimiento


Davide Astori
Hace pocos días fui sorprendido -como todo el medio futbolístico a nivel mundial- con una noticia trágica: Davide Astori, capitán de la Fiorentina (Italia), murió aparentemente de manera repentina en un hotel de concentración. Se trataba de un joven jugador (31 años), un atleta, una persona entrenada para el alto rendimiento, pero cuya trayectoria fue detenida abruptamente por una muerte repentina (usted puede ver una nota al respecto en http://cnnespanol.cnn.com/2018/03/04/davide-astori-muere-jugador-de-futbol-de-la-fiorentina/). 

           Desafortunadamente, Astori no es el único jugador de fútbol al que la muerte haya sorprendido de esa manera, incluso se han dado casos en pleno campo de juego. No deja de sorprenderme que ocurran estos hechos en este siglo en el que los avances de la medicina permiten monitorear el estado de salud de los atletas de alto rendimiento con una precisión milimétrica. ¿Cómo puede ocurrir algo así en una época en la que todo un equipo de especialistas tiene “bajo la lupa” a sus deportistas? Tristemente, la realidad nos recuerda con estos acontecimientos (y por enésima ocasión) que aún no lo sabemos todo en materia médica y que literalmente se nos escapan de control algunos factores que juegan un papel fundamental en la salud de un deportista. 

            La muerte de Astori me hizo reflexionar una vez más sobre la importancia de promover en los ambientes deportivos la cultura de la promoción de la salud también a nivel psicológico, que es la trinchera en la que me desenvuelvo desde hace varios años. Mi reflexión, y que hoy comparto con usted amigo(a), se basa en un argumento muy sencillo pero que al parecer aún les pasa desapercibido a muchos. Vamos por partes.

          Sabemos que la medicina ha dado pasos agigantados en los últimos años, y que ello obedece en buena medida a los avances tecnológicos que han permitido el desarrollo de novedosas técnicas de diagnóstico y tratamientos cada vez más eficientes. Pero es un hecho también evidente que los avances médicos obedecen a que el cuerpo humano es un objeto material, es una masa compuesta de varios tejidos que permite ser estudiada bajo el microscopio del cirujano. En otras palabras, el cuerpo humano puede ser sometido al análisis que los médicos investigadores deseen. Pueden medir temperatura, longitud, tono muscular, nivel de glucosa, reflejos, pliegues, peso, y prácticamente todo lo que a usted se le ocurra. Y esto es así por una sencilla razón: el cuerpo humano existe, es algo que está presente en el mundo material en el que usted y yo vivimos. Así, solo basta tener a la mano los instrumentos de medida adecuados (aquéllos que se han fabricado gracias al avance tecnológico al que me refería antes) y será posible hacer un diagnóstico altamente confiable. Pero es justo en este punto en el que casos como los de la muerte de Astori asaltan mi tranquilidad. Si este hecho viene a confirmar que el avance médico del siglo XXI no garantiza la salud física –y la vida en este caso- de un atleta, ¿qué podemos esperar de la salud psicológica, que abarca mecanismos tan subjetivos como las emociones, pensamientos, recuerdos, anhelos, etc.?, ¿acaso estos mecanismos psicológicos no están comprometidos en el alto rendimiento tanto como los mecanismos biológicos del cuerpo humano?, y si es así, ¿quién los vigila?, ¿usted lo hace…?

           
Ezequiel Orozco
Mi motivación para escribir este artículo fue mayor cuando me enteré de otra muerte, la de Ezequiel Orozco, jugador sinaloense (Mex.) que militó en varios clubes del fútbol mexicano (usted puede leer una nota al respecto en (http://www.excelsior.com.mx/adrenalina/2018/03/17/1226713). Tuve la oportunidad de conocer a Ezequiel siendo yo psicólogo del Club Necaxa hace algunos años, en un tiempo en el que nadie pensaría en este desenlace. Aunque su muerte ocurre bajo condiciones completamente diferentes a las de Astori, pues se trató de proceso de degeneración paulatino que le llevó a una lucha de varios meses (cáncer de pulmón), ambos casos ejemplifican situaciones que también se observan en el plano psicológico. Dicho de otra manera, a nivel psicológico ocurren episodios abruptos y sorpresivos, o también lentos y desgastantes, que comprometen la salud emocional de un deportista.    

             
Alessandro Zanardi
El deporte de alto rendimiento nos aporta multitud de ejemplos de ambas situaciones a las que acabo de referirme. La muerte o enfermedad de algún familiar, accidentes sufridos en competencia (¿recuerda usted el caso del piloto italiano Alessandro Zanardi que perdió ambas piernas por un accidente en la pista?), el perder un pase a Juegos Olímpicos (¿recuerda usted la lesión del tenista español Rafael Nadal que lo marginó de los JO de Londres 2012?), conflictos maritales (¿recuerda el caso del golfista norteamericano Tiger Woods y su escándalo extramarital?), y una larga lista de etcéteras. Algunas de estas situaciones ocurren de manera inesperada y otras en cambio se afrontan poco a poco  y parecen no tener fin (¿recuerda usted el conflicto entre el entonces timonel del Club de fútbol Real Madrid, José Mourinho, y su arquero titular Iker Casillas que después de varios meses llevó a este último a abandonar el Club?). Todos estos ejemplos ilustran situaciones que golpean la vida anímica de los atletas (sin mencionar la de sus familias) y que si no se controlan a tiempo podrían también tener consecuencias fatales.

             
Leon McKenzie
¿Cree usted que exagero? Pues no es así. Deportistas de élite, hoy retirados, han reconocido haberse visto en situaciones depresivas que les han hecho pensar incluso en el suicidio. Públicamente han reconocido haber pasado por esta situación deportistas como el ex nadador norteamericano Michael Phelps (usted puede leer la nota en https://edition.cnn.com/2018/01/19/health/michael-phelps-depression/index.html), el ex futbolista inglés Leon Mckenzie    (usted puede leer la nota en http://www.bbc.com/sport/football/19830046), o la judoka norteamericana Kayla Harrison (usted puede leer la nota en https://edition.cnn.com/2017/08/21/sport/kayla-harrison-judo-world-championships-budapest/index.html).

Kayla Harrison
También cabe mencionar los casos de los atletas víctimas de abuso sexual, como por ejemplo las gimnastas del equipo de E.U. en manos de su propio médico Larry Nassar, hoy condenado a cadena perpetua. Dada la inmensa cantidad de situaciones de índole emocional que aquejan a los deportistas a nivel mundial, ya sea de manera abrupta o como circunstancias que acarrean a lo largo del tiempo, el número de los ejemplos que aquí he citado es simplemente insignificante. 

En base a todo lo anterior, deseo ser muy puntual en el objetivo que persigo con este artículo. Pretendo contribuir para que las instituciones deportivas se sensibilicen sobre la importancia de tomar cartas en el asunto y promuevan el apoyo de especialistas en materia psicológica que establezcan un programa de monitoreo constante de los atletas y entrenadores. El deporte es una actividad completamente emocional y como tal puede propiciar la acumulación de tensiones a las que es menester dar un buen cauce (comparto un interesante documental respecto a la realidad que viven los atletas  https://www.youtube.com/watch?v=LHvmG_zUy4k&t=32s). Y a menos que posean una formación psicológica universitaria, ni los directivos (expertos en materia de administración) ni los entrenadores (expertos en materia de entrenamiento deportivo) tienen los elementos suficientes para interpretar qué ocurre “en la cabeza” de los deportistas. Bien podría estarse gestando un conflicto de identidad, ansiedad, estrés, sexual, etc., en uno de sus deportistas y usted no darse cuenta o bien asumir que la intranquilidad que observa en uno de sus atletas solo es una “racha pasajera”. Tenga cuidado, hay “rachas” que pueden convertirse en una alerta roja y que merecen toda nuestra atención. Y da igual si nos desenvolvemos en deporte de elite, amateur o infantil. En cualquiera de las etapas del desarrollo deportivo se debe de contar con adecuados “sensores del equilibrio psicológico”.   

           Sé que la naturaleza de la competencia deportiva acarrea estrés, incertidumbre y tensiones. Todo esto es parte de la belleza del deporte competitivo. Y también conozco muchos casos en los que precisamente este nivel de exigencia ha ayudado a salir adelante a deportistas que la estaban pasando mal. Mis palabras solo son una invitación a la prevención. No me gustaría que fuéramos ciegos al alto costo que le representa a un ser humano el ser exigido a competir cada vez más alto, más fuerte y más rápido. Al menos quiero contribuir a equilibrar la balanza…       


José M. Sánchez es psicólogo deportivo
con experiencia en deporte infantil, juvenil
y profesional. Actualmente es director de
Depsic Psicología y Alto Rendimiento

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¿Te rompes o te construyes?

¿TE ROMPES O TE CONSTRUYES?
Psic. José M. Sánchez 
Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC

 La carrera de un deportista es, en cierto sentido, un resumen de toda su vida. La vida de cualquier ser humano es un trayecto que pasa por diferentes etapas, algunas buenas y otras no tanto. Conforme pasan los años nos topamos con circunstancias nuevas que nos ponen a prueba, que nos empujan hacia a delante o que más bien parecen detenernos. Como ejemplo de esto último, piense usted en una mala racha, un despido en el trabajo, la muerte de un familiar, una enfermedad, un divorcio, el robo de su auto, o cualquier situación adversa que puede hacerle pensar que la vida tiene algo en contra de su persona. Obviamente, la vida no tiene nada en contra nuestra y todo lo que nos ocurre obedece simplemente a una combinación de circunstancias algunas veces casuales y otras tantas por nuestros propios descuidos. Pero cualquiera que sea el caso lo importante es cómo enfrentarlas de una manera constructiva.

            La carrera de todo deportista también transcurre con altibajos pero a una velocidad más acelerada puesto que, por más tiempo que se mantenga en activo el deportista, su carrera durará menos tiempo que su vida completa. Así, el deportista debe estar preparado para vivir los altibajos de su deporte, acostumbrándose a tenerlos pero sobretodo a salir delante de cada situación.

           Quizá una de las situaciones que más dificultad representan para todo deportista sean las lesiones. Nadie puede evadirlas y menos cuando se compite a nivel de alta exigencia. ¿Cómo se debe de manejar una lesión desde un punto de vista psicológico?

          Si sufres alguna lesión es importante que sepas que es normal experimentar emociones tales como enojo, frustración, tristeza, etc. Después de todo a nadie le gusta hacer una pausa en su  carrera deportiva por un evento que le va a alejar por un tiempo del entrenamiento. Y menos aún si ese tiempo puede ser extenso. Pero también debes de entender que como atleta necesitas desarrollar la fortaleza emocional para no dejarte decaer anímicamente. Recuerda que el estado de ánimo es el motor que te mueve y que como tal no es bueno dejar que se apague. Así que repasemos algunas sugerencias para que afrontes tu lesión de la mejor manera pues una actitud positiva puede contribuir considerablemente para tu recuperación.

1.- Evita pensar demasiado en lo que la lesión va a repercutir en tu futuro inmediato pues eso sólo te generará ansiedad. Mejor enfócate en el presente. La lesión ya está y requiere que te enfoques en ella no te desgastes pensando en el tiempo que perderás en la recuperación.

2.- Enfócate en lo que depende de ti. Por ejemplo, los músculos, tendones y ligamentos siguen su propio rito de recuperación y es el médico quien conoce los procedimientos para tratar de acelerarlos. Pero ese tiempo no depende de ti. En cambio, lo que si depende de ti es controlar tus pensamientos y tu comportamiento. Así, el acatar las instrucciones del plan de rehabilitación si es algo en lo que puedes enfocarte.

3.- Estudia tu lesión. Muchos deportistas comienzan a especular que su lesión puede traerles consecuencias catastróficas para su carrera pero sin conocer realmente la magnitud de su lesión. Eso ocasiona que en muchos casos los deportistas sufren “gratuitamente”, esto es, sin que la situación lo amerite. Por eso es importante que te enteres realmente de lo que te ha ocurrido y sobretodo de otros casos de atletas que hayan padecido lo mismo que tú. El investigar casos de otros deportistas que han logrado sobreponerse a lesiones graves puede ser un buen aliciente para que pienses algo positivo como por ejemplo: “si otros han podido salir adelante yo también podré…”

4.- Maneja la desesperación. Lógicamente que tu recuperación va a llevar tiempo y es importante aprender a tolerar la espera sin “perder la cabeza”. A ningún equipo le sirve tener a un jugador lesionado deprimido o malhumorado. Y a ninguna familia le ayuda tener en casa a alguien que se la pasa quejándose por su mala fortuna. Así, en lugar de proyectar una imagen de desesperación para con tus compañeros y familiares, más bien conviértete en un ejemplo para ellos, manejando la adversidad con tranquilidad y confianza en la capacidad de tu cuerpo para regenerarse.

5.- Aprende a conocerte. En buena medida, los seres humanos nos conocemos a nosotros mismos en la adversidad. Cuando las cosas van bien, uno se pasa la vida tranquilamente sin analizarse. En cambio, cuando algo va mal, entonces realmente hacemos uso de nuestro potencial. Así que, por más ilógico que parezca, los malos momentos pueden ser grandes aliados si los aprovechamos para darnos cuenta  de lo fuerte que podemos ser para enfrentarlos. En mi opinión, nadie puede conocer su verdadero potencial si nunca tiene la necesidad de ponerse a prueba. Así, tu lesión es una prueba que va a medir tu capacidad de afrontamiento de adversidades. Enfoca esta prueba como un reto y disponte a luchar. No dejes que te saque de quicio.

6.- Sigue entrenando. Sería un error pensar que una lesión te impide entrenar. Salvo casos de lesiones realmente graves, como el caso del accidente del piloto Alex Zanardi en el que estuvo a punto de perder la vida, la gran mayoría de las lesiones nos permiten todavía seguir haciendo muchas cosas. Por ejemplo, puedes aprovechar para entrenar técnicas psicológicas como por ejemplo la visualización o los autodiálogos. Estas técnicas son muy utilizadas en la actualidad y seguramente te ayudarán mucho cuando las pongas en práctica al regresar a competir. O también puedes aprovechar para hacer un análisis de tus objetivos deportivos. Regresando al caso de Alex Zanardi, él es un ejemplo de alguien que supo replantear sus metas. El accidente que tuvo (su auto fue impactado en una pista de carreras por otro vehículo a máxima velocidad https://www.youtube.com/watch?v=KysP71KKzIc) le dejó sin piernas por lo que se vio obligado a  abandonar la fórmula uno. Sin embargo, encontró una nueva manera de competir, haciéndolo ahora en un triciclo adaptado que puede ser impulsado con los brazos. La convicción de Zanardi fue tal que no solo logró dominar su nueva prueba, sino que además logró ser medallista paralímpico representado a su país (Italia). La vida le puso una prueba y él descubrió todo un potencial que antes no conocía de sí mismo.

             En resumen, no permitas que tu lesión rompa lo que eres. Mejor descubre tu potencial y construye a la persona que quieres ser a partir de este momento. Seguramente esta nueva persona es ahora más fuerte emocionalmente. Y, si el deporte es un resumen de tu vida, entonces la persona que ahora comienzas a ser seguramente podrá vivir de una mejor manera por el resto de tus días.

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Escribe a info@depsic.com y coméntanos tus dudas. Recuerda que podemos ofrecerte asesoría especializada si tienes alguna lesión y para tu vuelta a la competición. 
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